Betania Insinga tiene 30 años y desde hace una década trabaja en una empresa de emergencias médicas. Recuerda que hace años los pacientes se sorprendían al ver mujeres en ambulancias.

Por Matías Petisce, para www.lacapital.com.ar

Betania Insinga tiene 30 años y es una paramédica apasionada desde hace una década. No es casualidad: ella asegura que desde muy pequeña ya sabía que quería estar arriba de una ambulancia. Trabaja en una empresa de emergencias médicas junto a otras ocho compañeras y destaca la oportunidad e igualdad que encontró en ese espacio.

Una igualdad que las mujeres vienen reclamando en diversos ámbitos desde hace muchos años. Si bien hubo prejuicios en sus inicios, en particular del lado de los pacientes, rescata el trato con sus compañeros de trabajo y también cómo se sintió incluso cuando era estudiante.Hoy le toca afrontar la pandemia de coronavirus desde esa trinchera que eligió como profesión, pero se muestra feliz de recibir el apoyo de su pareja y su familia a la hora de encarar un trabajo que requiere dedicación y es clave para salvar vidas.

Betania cuenta que su vocación surgió a partir de una accidente que sufrió cuando tenía 10 años. Un choque terminó decidiendo su destino. "Me apasiona lo que hago. Desde muy chiquitita sabía que quería estar arriba de la ambulancia", le cuenta a La Capital, y detalla: "Íbamos de vacaciones y tuvimos accidente. Mi abuelo, que manejaba, falleció; mi mamá, que iba de acompañante, estuvo grave pero pudo salir adelante. Yo me fracturé el pie, pero estuve siempre consciente".
"A raíz de esa experiencia personal quedé fascinada y desde aquella vez supe que esa sería mi vocación: poder salvarle la vida a otra persona", destaca Betania. Ni bien terminó el secundario se anotó entonces en la carrera de técnico superior en emergencias médicas, carrera que no existe más porque hace años la provincia decidió cerrarla para incorporarla a la de Enfermería. Sin embargo, Betania aclara que su carrera es distinta a la enfermería porque está apuntada al ámbito prehospitalario y de atención primaria, a diferencia de los enfermeros, que trabajan en el ámbito intrahospitalario.


Cuestión de igualdad

Betania destaca que cuando le tocó cursar la carrera nunca tuvo problemas con sus compañeros hombres. En principio, reconoce que eran muchas menos en relación a los varones, pero asegura que había un trato igualitario. "En la carrera éramos todos pares, nunca tuve inconvenientes ni conflictos y tampoco me trataban de manera desigual. De hecho, en mi carrera se hacía mucho entrenamiento físico a la hora de realizar maniobras de resucitación cardiopulmonar (RCP), trasladar a pacientes desde altura y en camillas, pero la verdad es que jamás hubo problemas", destaca.

Sin embargo, reconoce que esa dificultad la notó cuando comenzó a trabajar. "Cuando comencé a trabajar había algunos prejuicios con las mujeres, sobre todo en el plano físico a la hora de ir a atender un paciente con otra compañera. «¡Uy!, vienen dos chicas. ¿No hay ningún varón? ¿Cómo hacen si tienen que llevar a un paciente?», nos preguntaban. Pero con el tiempo eso quedó atrás", rescata.


Cada vez más mujeres

"Me recibí hace diez años y me matriculé en el Colegio de Médicos. Inmediatamente ingresé a trabajar en Emerger donde ya había una mujer. Jamás notamos diferencia de género" pese a que en aquel momento había en muchos otros ámbitos una subestimación hacia las capacidades de las mujeres, que aún hoy se siente aunque es menor.

"Años atrás éramos dos, pero fuimos siendo cada vez más", valora Betania. Hoy son 9 mujeres las que están capacitadas para manejar la ambulancia e intervenir ante una urgencia. "Estoy muy contenta de tener cada vez más oportunidades y realizar las mismas tareas que los hombres fue una muy buena la oportunidad de apostar a la igualdad de género cuando todavía no se hablaba tanto", subraya.


Los desafíos de la pandemia

Pese a que ya hace una década que se enfrenta con las urgencias y pacientes en riesgo, Betania asegura que la pandemia de coronavirus fue un desafío muy grande. "Hay muchas responsabilidades, el trabajo se incrementó mucho. Tuvimos que reforzar el tema de los cuidados y las guardias", comenta.

Más allá de esas jornadas interminables y extenuantes, resalta la inyección de afecto y respaldo por parte de su pareja y familia. "Sin el apoyo de nuestras familias esto no sería posible, ya que para hacer este tipo de trabajos el apoyo es fundamental, ya que en el ámbito de la salud no hay feriados ni fines de semana". A su vez, cuenta con la ayuda de su pareja que también trabaja en el ámbito de la salud. "Me comprende cómo es el tema porque a veces salís a tal hora, pero si te tocó una emergencia tenés que estar ahí", agrega.